miércoles, 28 de diciembre de 2011

Economía de un conflicto: El Sáhara

Siempre impresiona ver en las noticias las condiciones de vida de algunos países, principalmente de África, duele más aún pensar lo cerca que estamos geográficamente pero lo lejos que nos encontramos conceptualmente, pero más duro se hace cuando una sola persona, a escasos kilómetros podría solucionar todos los problemas en los que vive inmersa su propia región.

Este es el caso concreto del Rey de Marruecos, Mohamed VI, al cual se le calcula una fortuna personal aproximada de unos 1.000 millones de euros, mientras en su país el 15% de la población vive sumida en la extrema pobreza.



A pesar de la crisis mundial, el soberano controla casi toda la extracción mundial de una materia prima esencial para la alimentación, que es el fosfato, elemento clave para la elaboración de fertilizantes.

En Marruecos están aproximadamente el 50% de las reservas mundiales de fosfato, con una producción anual cercana a las 28 millones de toneladas, siendo con esta cifra el 3er mayor productor del mundo, por detrás de China y EEUU.

Marruecos es uno de los primeros exportadores mundiales de fosfatos, con compradores en todo el mundo, principalmente países de la UE y los propios EEUU.

En los últimos años, la empresa estatal (OCP, Office Chérifien des Phosphates), en su condición de monopolio sobre el fosfato, ha tenido unos beneficios del orden de los 2.161 millones de euros, pues bien, una sexta parte de este fosfato, se extraen en el Sáhara Occidental.

El PIB nominal de Marruecos es de unos 70.893 millones de euros, por lo que los beneficios de OCP se corresponden con aproximadamente un 3,04% del PIB y la sexta parte de este beneficio, la que corresponde a las minas del Aiun en el Sáhara Occidental, representarían un 0,5% del PIB alauí.

Además, según el economista Marroquí Fouad Abdelmoumni: "El coste del conflicto, es simplemente el desarrollo de Marruecos". De hecho, el conflicto del Sahara cuesta un 3% de crecimiento anual a Marruecos. El presupuesto colosal del ejército (cerca del 5% del PIB de Marruecos) pasa cada año delante del parlamento sin discusión ni bloqueo en la comisión de Estado o en las cámaras parlamentarias donde es votado por unanimidad, ya que forma parte de las instrucciones reales, puesto que el Rey es también el Jefe Supremo de los ejércitos. Fouad Abdelmoumni estima que "sin el Sáhara, Marruecos habría estado en la media mundial y gastaría anualmente para su ejército el 1,90% de su PIB". O sea, que el reino economizaría cerca de 20.000 millones de dirhams al año (unos 2.000 millones de Euros), con los que se podrían pagar fácilmente los intereses de su deuda pública.

En este caso, podemos observar que el propio conflicto es la excusa perfecta para mantener un inmenso ejército al servicio del monarca y que no protegen las inversiones del pueblo de Marruecos, sino las inversiones del Rey, ya que esta empresa OCP es casi propiedad el monarca.

Por tanto, sólo en fosfato, el Sáhara Occidental podría beneficiarse anualmente de unos 360 millones de euros anuales, más puestos de trabajo y otras sinergias que la propia industria extractiva generaría,

Se estima que la población saharaui es de unos 360.000 habitantes, lo que viene a ser que esos 360 millones de euros repartidos equitativamente significarían una renta per cápita de 1.000 euros por habitante, que comparativamente es un dato muy interesante con respecto a las medias del continente africano.

A parte de los fosfatos, el Sáhara Occidental posee ricas reservas de petróleo y el importante banco pesquero canario-sahariano, que cuenta con una extensión de más de 150.000 km2 y una gran diversidad de especies: unas 200 de peces, 60 de moluscos y varias de cefalópodos y crustáceos, recurso con el cual se permite “jugar” a Marruecos a sus anchas con las débiles naciones europeas y lograr jugosos acuerdos económicos a costa de los recursos del pueblo saharaui.

Después de este ejercicio de reflexión, nos damos cuenta que, como casi todos los conflictos, tristemente, vienen de la mano de la economía, la codicia y avaricia de unos pocos, y donde las naciones más fuertes, defensoras de la libertad, no son capaces de resolver los problemas de muchas personas, pues los intereses pecuniarios se anteponen a los derechos humanos y civiles de un pueblo sometido a la voluntad y expolio de un monarca cuasi-absolutista.

Mr. Fahrenheit

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